Como CAMO (Colectivo de Artistas de Movimiento del Oeste), actualmente, desplegamos una intervención que visibiliza la problemática con respecto a la Trata de personas, la cual hemos hecho en varias zonas del Oeste y CABA.

Elegimos el espacio público para nuestras intervenciones ya que consideramos que es allí donde se gesta lo colectivo a partir de la convergencia con el quehacer cotidiano de las personas, generando consciencia colectiva que nos ayude a empoderarnos de las circunstancias para poder transformarlas.
Cada vez que salimos a la calle a hacer nuestra intervención sabemos que estamos entrando al territorio donde siguen desapareciendo nuestras compañeras. El Arte es la caja de resonancia desde la cual vibramos esta acuciante problemática.
A veces las personas nos miran en silencio y en otras ocasiones se acercan y nos cuentan cómo están atravesados/as por esta herida social.
De esta forma, nuestro cuerpo se hace presente al asentarnos a la tierra. Nuestros pies se pronuncian fuertes y erectos sobre el cemento. Nuestra columna sigue su línea vertical, vértebra por vértebra, y nos catapulta al espacio, a los movimientos circulares, espiralados, del piso al espacio circundante. La energía se proyecta por nuestros brazos que piden auxilio, por nuestras manos que palpan y toman y sujetan y levantan. Al ritmo de los tambores, del latido del corazón, tac tac tac…movimiento tras movimiento, entrañas lastimadas, desaparecidas, ausentadas. Y tac tac tac, nos vamos presentando, y tac tac tac, las vamos presentando compañeras. Y tac tac tac le tomamos revancha a la ausencia. Y tac tac tac copamos el escenario, el telón -de copas de árboles-, las tablas -de cemento, de verde césped, de calle, de rutas-, las luces -de sol, se sombras, de nubes, de ojos que se miran-.

Usamos diferentes signos para hablar de las ausentes, a veces son ropas, a veces son perchas solitarias de las cuales cuelgan flores, a veces son carteles con mensajes, en cada intervención hay un color, hay un sentido -algo que surge y se manifiesta como un modo de hacer visible/audible esto que no tiene palabra pero que sí tiene rostro de compañera ausente-.

Nuestro cuerpo grita allí, grita por quienes les quitaron el derecho de gritar. Somos ellas. Ellas nuestras hermanas, ellas nuestras compañeras. Las buscamos en cada mirada, en cada latigazo que nuestras cabezas hacen, latigazo al olvido. Están presentes. Miramos hacia el horizonte, entre las multitudes para sabernos libres y para encontrarnos en dicha libertad.
Somos compañeros/as que decidimos emprender esta lucha de forma mixta porque nos encontramos deconstruyendo en conjunto las opresiones que el Capitalismo y el Patriarcado ha inscripto sobre las mujeres, a quienes nos han vaciado de todo derecho a decidir real y libremente sobre nuestros cuerpos y conciencias. De esta forma, construimos horizontalmente, cuerpo a cuerpo. Nos sentamos en ronda, nos miramos a los ojos, escuchamos y transitamos la historia del/la compañero/a y en el reconocimiento y escucha del/la otro/a ponemos el cuerpo de una forma diferente -a través del movimiento- a través de la sensibilidad y percepción que este imprime en nosotros/as y en el espacio, un espacio físico y simbólico, humano y vincular que consiste también en quienes se encuentran compartiéndolo.
Sabemos que no somos la única grupalidad que está interviniendo el espacio público con esta finalidad de generar una conciencia sobre el tema. Sabemos que estamos conformando un tejido intervincular para poder tejer otras redes sobre el vacío. Valoramos esta conexión y esperamos seguir tejiendo en afecto y presencia contra la desaparición de mujeres, jóvenes y niños/as en democracia.